Fue el pasado día 23 de septiembre, ese día decidí enterrar a mi lechuga. Llevaba dos días con muy mal color, no levantaba cabeza por más que yo le cambiara de agua y le hablara. Se me iba marchitando poco a poco. Sus últimas horas la cambié al salón por ver si la animaba, fue un esfuerzo inútil. Simplemente dejó de verdear.
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