No me entusiasma ir de compras, eso lo saben los que me conocen bien pero hoy he descubierto un lugar maravilloso, una librería en el centro comercial. Hacía unos meses que no iba, miento no iba desde hace casi un año. He subido a la planta donde están los establecimientos de restauración en busca de unos deliciosos bombones de queso parmesano y de aceite de oliva, pero no había de estos últimos. He salido cabizbaja de la tienda de chocolates y al doblar la esquina la he visto. No sé ni como se llama pero ahí estaba, con una selección bastante digna de literatura, como una isla en medio de Zara y de Mango.
Súbitamente he empezado a sentir la pulsión de comprar y he comenzado a caminar entre los libreros oliendo los libros y acariciando las portadas. Por supuesto que he sucumbido en tres ocasiones y además dentro de los géneros más variopintos.
Uno de ellos es el último de Eduardo Mendoza, el nombre es tan escatológico que cuando lo lea y lo incluya en mi lista de los últimos libros se podrá identificar claramente, otro es de una escritora japonesa llamada Banaba Yoshimoto (no es coña el nombre) y el último he seguido la recomendación de mi amigo Mexlec (Mexicano-Lector, un binomio difícil de encontrar dentro de esta nacionalidad), "La lógica oculta de la vida" de Tim Harford. Creo que me meteré en la cama con este último. Mañana os cuento el efecto tila en mi vida porque me acuso de solo haber comprado este libro guiada por la razón, el resto han sido con el corazón.
Hasta mañana