viernes, 23 de mayo de 2008

¡¡¡Por fin es viernes!!!

No os acordáis cuando los viernes eran maravillosos. En esa época que no había preocupaciones, ni obligaciones, ni compromisos insalvables, ni un duro y por supuesto no había trabajo. ¡Eso si eran viernes! Los viernes eran viernes.

Cuando la treintena y todo lo que conlleva el decenio se instala en nuestra vida, el viernes por la tarde se convierte en el momento (mto) tintorería, mto. super, mto. gimnasio y para los más valientes, esos que han mandando a volar a su pareja, tienen una vida de maruja-mariana y necesitan sentirse vivos, los que tienen complejo de Peter Pan o simplemente una vitalidad a prueba de bombas con o sin gingseng, el mto. "por fin es viernes" tiene un significado distinto.

Me da igual lo que haya que hacer los viernes. Me encantan los viernes para quedarme en casa y devorar el libro que ha estado esperándome toda la semana, plantarme delante de la tele como una lechuga y como no, me encanta salir por la noche de parranda.

Pero, me acuso de que los viernes-tarde encuentro un placer especial en matarme a correr en la cinta y meterme en la sauna durante 15 minutos a sudar. Salir del gimnasio, comprarme una hamburguesa en "La Bohemia", de esas que quitan el sentido, y comérmela con una copita de Ribera del Duero.
Básica, soy bastante básica pero tan feliz.
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