Ya estoy de vuelta en casa, la vida de mujer caracol me entusiasma pero echaba de menos algunas cosillas. Agarrar un taxi en Barajas a las 5 de la mañana "nótese que de momento no cojo nada, todo lo agarro" y ver amanecer por la R-2, M-40 y A-6. Sentir el agua correr por tu cuerpo y cepillarte los dientes después de ingerir el terrible almuerzo vegetariano del avión (no, no temáis sigo siendo omnívora). Bajar a comprar unos churritos y meterme en la camita a las 7 de la mañana, era el chupete que necesitaba para abandonarme en los brazos de Morfeo.
Morfeo me debía extrañar porque estado en su compañía hasta las 4:30 de la tarde, lo que quiere decir que esta noche no dormiré. No me preocupa, me he comprado un montón de libros de relatos de escritores mexicanos y unas cuantas películas para pasar mis noches de desvelo. Esta noche promete.
Por la tarde he agarrado a "la Mitsu", he bajado la ventanilla y he encendido el CD a toda pastilla mientras bajaba por la carretera de La Coruña, el viento ha hecho el resto. Durante los 20 minutos que ha durando el trayecto parecía que estaba rodando el anuncio de la BMW, con brazo por fuera y todo. Me he sentido realmente en casa, he tenido una sensación casi hogareña de la velocidad.
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