Esta mañana tembló en Chile con una intensidad de 8.8 en la escala de Ritcher. Se dice que fue durante dos minutos. Al margen de la sensación de impotencia y el pellizco en el estómago que me produce la destrucción y la muerte que conlleva un episodio de la naturaleza como este, me llama la atención la duración del mismo.
Dos minutos son una eternidad, yo he padecido un par sismos de grado 5, otros tantos de grado 6 e infinidad de grado 3 y 4. He de reconocer que estos ni los he percibido pero los de grado 6 se notan y se notan bastante. Su duración fueron de unos 20 segundos y durante ese minúsculo tiempo, rezas todo lo que sabes y te encomiendas a toda la corte celestial, de ahí la importancia de estudiar religión y lo desamparado que se tiene que sentir uno que solo haya dado educación para la ciudadanía.
Curioseando por la página del Servicio Sismológico Nacional de México he descubierto que Chile, para su desgracia, tiene el récord mundial en este campo desde el año 1960, cuando tembló en Valdivia. En esa ocasión, la intensidad fue de 9,5.
No sé que está pasando en el mundo, en concreto en esa parte del mundo. Si, soy consciente de la falla de San Andrés, de la placa de Nazca y bla, bla, bla pero con todo y con eso, no lo entiendo.
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sábado, 27 de febrero de 2010
Una eternidad de 120 segundos
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