Ayer por ser el día de San Valentín, decidí no quedarme en casa esperando que nadie me enviara flores, bombones o un pedrusco de Tiffany y me fui al cine. Estuve viendo la película de Tom Ford, "A single man". Mi primer comentario después de ver el "flim" fue "si esta es su ópera prima..."
La verdad es que el tema es de lo más valentianiano, poco original y triste, bueno tan triste como la vida, porque nos olvidamos de lo que sufren las personas cuando su pareja, su hijo o su compañero de trabajo de toda la vida, fallecen. Lo curioso del cine es que nos hace una envolvente a modo de empanadilla china, una carambola políticamente correcta puesto que si el amor es entre dos personas del mismo sexo, el dolor es más intenso. Error, el dolor no entiende de sexo.
El argumento es el mismo de las telenovelas, amor-dolor-amor pero el discurso visual y la imagen es, como decirlo, como leer un libro. Ford consigue transmitirnos el estado de ánimo de un derrotado Colin Firth a través de caricias, olores, sonidos y sueños. Un compendio de sensaciones que nos hacen comprender al personaje en su decisión y nos arranca las mismas sonrisas que a él, tiene su punto cómico. Para hilar todo el discurso se sirve de unas imágenes granuladas, apagadas, sin vida, en contraste con todo un universo de colores algo fluorescentes que giran a su alrededor.
Si la cosa no te convence, siempre puedes hacer recuento de ojos, tabaco, botellas de wisky y ginebra, admirar Los Ángeles de los años 60 y a una Julien Moore, a lo Barbarela, en un estado de gracia soberbio .
Si te gustó la película de "Los albóndigas en remojo", esta no es tu película.
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