...horror en el ultramarinos,
mi chica ha desaparecido
Y nadie sabe como ha sido.
Oh, no
Hace veinte años, Alaska ya vaticinó lo que me iba a pasar el sábado. Estaba yo en la tarera de renovar parte de mi vestuario más personal, vamos comprar mudas que dirían las abuelas, y para ello seguí, por supuesto, los consejos de la OCU de hacer un listado, un presupuesto y demás. Dado que la tarde no acompañaba mucho para eso de estar dando vueltas por ahí, me dirigí al centro comercial de la zona.
El estacionamiento debería haberme prevenido de cómo estaba el tema, pero no hice caso a mi olfato de rastreadora y necia de mí, decidí aventurarme. Intenté entrar en una tienda del ramo y no pude pasar de las balizas antirrobo que había en la entrada. Intenté cruzar el pasillo de apenas tres metros de ancho en dirección al establecimiento de enfrente y fui arrollada por un mar de gente que se movía como hipnotizada, al estilo de las películas de ciencia ficción de los años setenta donde aparecían autómatas camino de "sus alienados trabajos" (me ha quedado la frase de lo más poético).
Ignoré por segunda vez mi olfato y seguí perseverando, "duro y dale, duro y dale", tan solo me quedaba la opción de surtirme en la tienda Disney e imitar a mi sobrino y sus calzoncillos de Rayo McQueen pero tras revolver el estante, no encontré nada de mi talla.
Entonces advertí que las señales eran claras; olí las nubes, oí la hierba crecer a mi alrededor y decidí hacer caso a mi instinto rastreador, volví a casa.
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