Me ha contado un amigo que a su vez le ha contado un amigo... no voy a mentir, realmente me lo ha contado "el Copista" (sí, sí el mismo de la entrada anterior). En su favor diré que además de un excelente copista, es un amante de la Vida Salvaje, es decir tiene unas cuantas gallinas en libertad dando guerra por la huerta familiar. Pues bien, iba yo a hacer una copias y la conversación derivó en lo difícil que es empollar, un huevo.
Asunto este que me era ajeno totalmente, lo más cerca que he estado era cuando mi abuela, "la Thatcher" encontraba un gorrión recién descascarado y lo metía en un cajón de madera de la fruta con una manta y una botella de gaseosa de las antiguas, llena de agua caliente para salvarlo de lo inevitable que invariablemente se producía a los dos días de encontrado.
Pues bien, de vuelta al proceloso trabajo de empollar un huevo, me enteré que la gallina se pasaba los 21 días que al parecer dura el proceso, dando la vuelta constantemente al huevo, que si para arriba que si para abajo, una y otra vez.
Hasta aquí parece fácil, la dificultad estriba en que hay que tener ojo de gallina para diferencia la cara A de la cara B de un huevo de corral, in situ. Hago esta salvedad espacial porque algún gracioso me dirá que podemos tomar como referencia la marca de la fecha de caducidad.
¿Cómo llegó "el Copista" a esta conclusión? sencilla. Sus pollitos nacían con malformaciones en sus extremidades y era porque los dejaba estáticos en la incubadora amateur que se agenció. Asesorado por los lugareños y la Red de redes, y bajo la supervisión de su progenitor decidió pintar una A al huevo por una cara y una B por la otra y estableció rigurosos horarios de volteo del huevo para evitar la calamitosa formación del avecilla.
De esta manera consiguió que sus pollitos nacieran simétricos y por supuesto el hartazgo del padre que era quien ejecutaba el ritual.
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viernes, 22 de enero de 2010
La simetría del pollo
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