Nunca se me han dado bien los vídeojuegos, supongo que la incapacidad que tengo para terminar una partida con éxito estará diagnosticado y tendrá un nombre científico. No soy carne de cañón ni para la Wii, la PSP, la Nintendo o cualquier otra que vaya a salir. He de confesar que los juegos que más me gustan son el buscaminas y por supuesto el solitario, soy bastante previsible.
Lo que siempre me ha puesto de los nervios es el Tetris. Por alguna extraña razón y por falta de horas delante de la maquinita, no conseguí pasar ninguna pantalla. Cuando me confiaba, las piezas empezaban a colocarse descontroladamente y en cuestión de segundos llegaba al tope y se acabó, adiós a mis cinco duros y a mis sueños de convertirme en Lady Tetris e inscribir mis iniciales para la posteridad. Pues bien, con el paso de los años he superado esta fobia pero me he dado cuenta de que tengo un Tetris en mi propia cocina, los trastos de mi fregadero.
Mi maravillosa loza se erige como hermosos tetriminos, con un equilibrio imposible de mantener en dirección al armario que hay justo encima. No hace falta que nadie me diga nada, lo que tengo que hacer es agarrar el Scotch Brite (tiene más glamour en inglés) y echarme esa partida, pero no sé porqué aparecer como Lady Mistol no me seduce de la misma manera.
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lunes, 31 de enero de 2011
Un tetris en mi cocina
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