martes, 11 de agosto de 2009

Déjame que te cuente limeña

He ido y he vuelto de Lima y no he conseguido ver el sol en cinco días. Es lo que los limeños llaman garúa. Lo que viene a ser que hay la misma luz a las 12 de la mañana que a las 6 de la tarde. Están en pleno invierno pero no hace un frío atroz, hay que recordar que Lima está a pie de mar.

En el mes de agosto, Perú está lleno de turistas rubios con mochilas de 30 kilos al hombro. Machu Picchu, Puno o el lago Titicaca atrae a un tipo de turismo que según los hosteleros de Lima no deja dinero en la ciudad y es que no suelen parar mucho por la capital, teniendo tanto que ver en el resto del país. Supongo que tienen parte de razón los hosteleros pero hay que entender que Lima está lejos de todos los demás atractivos turísticos.

Perú es un país que está atravesado por los Andres, con alturas superiores a los 5.000 metros de altura y con unas carreteras no aptas para principantes. Por este motivo, muchos prefieren volar hasta La Paz y empezar su tourné por el sur hasta llegar a Lima para salir del país vía aérea.

Hay otros, como mi compañero, el estudiante de New Jersey, que lleva 10 semanas viajando en autobús, en concreto haciendo la ruta del Che desde Argentina. La verdad es que este chaval era bastante consciente de quién era el Che, así como la falta de cultura por parte de sus compatriotas sobre este personaje y la ideología política que defendía. Tal como lo contaba, a su vuelta no va a poder entrar mucho en detalles sobre los motivos de su viaje continental delante de ciertos conocidos. A su favor, decir que estaba ampliamente documentado sobre el tema.

A NJ Boy le hubiese gustado hacerlo en motocicleta y sentirse Benicio del Toro pero sus padres decidieron negar su permiso. Lo que los progenitores no sabían es que en muchos casos el autobús entraña bastante más riesgos, sobre todo en los trayectos de más de 40 horas sin parar que tuvo que soportar alguien de cerca de 1,90 metros de altura o la falta de sentido común de su compañera de viaje que se echó un trago del grifo y no paró de visitar a American Standard.

Yo, por mi parte me quedé con ganas de volar sobre las líneas de Nazca pero me he prometido que la próxima vez que vaya a Perú me echo las 6 horas de ida y las mismas de vuelta en bus para volar las líneas. Estaba todo listo pero la alerta meteorológica anunciaba rachas de viento fuerte en la zona de Ica y la verdad ir por ir y comerse tantas horas en el bus no me hacia tanta gracia. Así es que compré mi mantita de alpaca, bebí mi pisco, tragé mis platones de tiradito, visité una ruinas que me faltaban las de Pachacamac y la Huaca Pucllana, altamente recomendable esta última, y caminé, caminé sin descanso como viene siendo habitual en esta ciudad.
Y por supuesto me reafirmo en que Perú es una maravilla.
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