Ese ansia que tiene una por aprender, a veces me lleva a incursionar en los más diversos mundos. En mundos que ni tan siquiera son paralelos, más bien divergentes. Esta semana tuve dos cursillos de formación, uno en la elaboración de hot cakes redondos, mi "maestra" me dio los consejos de preparación por teléfono mientras conducía y volvía de trabajar y vaya si me enseñó bien. Por primera vez en varios años conseguí zamparme unos deliciosos hot cakes redonditos, redonditos. Hasta este día, mi mundo "hot cake" era el de las elipses y esto desmerecía en la mesa ya que no conseguía hacer una torre en el plato, se caían como los relojes blandos del famoso cuadro de Dalí "La persistencia de la memoria" .
Mi segundo curso, pese a ser presencial y no online, no cosechó un éxito tan rotundo pero no me puedo quejar. Pase ocho maravillosas horas encerrada con un formador "certificado" por Adobe, quien habría de desvelarme los oscuros caminos que conducen a la creación de páginas web con Dreamweaver (creo que lo de la certificación merece otra entrada). Me quedo sin palabras ante tal proeza, la de sobrevivr. No me pueden pedir más. La verdad es que no es que sea fácil pero tampoco es aprender chino fluido en dos lecciones. Creo que se puede conseguir, vamos lo de defenderse con el programita.
Fui el claro ejemplo de todo lo que en teoría el programa no hace y el mío si hacía y viceversa. Esa honrosa excepción que deja mal al profesor porque tu programa va por libre, tiene vida propia. Vamos, que si la memoria caché, que si el html se hace el suevo. Pero lo único cierto es que a ninguno le pasaban las cosas que me ocurrían a mi.
De todas maneras salí encantada de la vida. Creo que lo mejor del día fueron los tacos que me comí con mi "maestra de hotcakes" mientras le contaba mi "cuasi" experiencia religiosa, la chica entiende de teclas. ¡No sé que haría sin ella".
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