jueves, 12 de febrero de 2009

¿Dónde estoy?

Sé que no estoy en casa porque no reconozco los ruidos de la calle, no oigo el primer tren de la mañana, ni siquiera el camión de la basura me desvela. Además, la ventana está al otro lado de la habitación.

A las cinco de la mañana estaba totalmente despejada, tanto que decidí llamar al servicio telefónico para que me configuraran internet. ¡Es una maravilla que el servicio de atención al cliente sea 24 horas!

No hay duda, tengo hambre a todas horas y unas ojeras que me llegan a los tobillos, enciendo la luz y a los pies de la cama puedo ver un par de cajas llenas de trastos, he vuelto a Tenochticlan.

Llevo cuatro días aquí y ya empiezo a tener el síndrome del DF, ese pánico atroz por mi seguridad. Me siento como un teckel en día de caza, como Pluto cuando salía con Mickey, orejas levantadas, nariz en busca de algún rastro y en posición de salir corriendo a la primera de cambio. Ahora es cuando tengo que decir que se pasará (para tranquilizar a mi gente), que son los primeros días, pero soy consciente de que esta sensación simplemente te acaba dominando y no te queda otro remedio que rezar al Angel de la Guarda.

Por cierto, voy a proponer que se enseñe esta oración en educación para la ciudadanía. Tal y como se están poniendo las cosas no está de más.
Ciao pescao.
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