miércoles, 30 de julio de 2008

Fui a Quito y volví

Ecuador es un país que sorprende por su gente, su clima, su gastronomía y por su orografía, entre otras cosas.
Era mi primera vez en Los Andes y no dejaba de pensarlo continuamente. Se convirtió en una obsesión durante los días que estuve en Quito, la culpa fue del Pichincha.
Nunca había subido a más de 4.000 metros de altura y ha sido una experiencia recomendable para aquellos que no padezcan del corazón, tensión arterial, asma...en fin,para los que estén sanos como una manzana o no puedan resistirse a llamada de la naturaleza. Durante tres horas sentí el bombeo de mi corazón en la garganta y un runrún en el pecho similar al que siento cuanto me da por agarrar al pintura al óleo. No paraba de pensar que aún no estoy preparada para ir a La Paz, sin embargo estoy lista para visitar Las Galápagos. Todo en la capital sugiere este viaje a "lo Darwin" pero no os dejéis engañar, Quito es una belleza colonial jalonada de plazas y fachadas que nos devuelven a siglos anteriores y que merece la pena pasear. Todo recuerda a Antonio José de Sucre (Mariscal), lugarteniente de Bolívar y libertador del Ecuador.
Si lo tuyo es el barroco, no te puedes perder la Iglesia de la Companía (los Jesuitas), dorado en estado puro. Si eres un poquito más mundano y te guías por el sentido del olfato y del gusto, te recomiendo que vayas a comer un ceviche de concha o de camarón a alguno de los restaurantes familiares de la ciudad. Yo lo hice en Las Palmeras cerca del Parque de La Carolina. No esperes glamour, ni tan siquiera un servicio acompasado pero si muchas ganas y un marisco delicioso. Como seguramente te quedará hueco para algo más, a cinco minutos andando está la Fruteria Monserrate (Quicentro) donde sirven unos cócteles de fruta o de frutilla con crema (fresas con nata) que sacará el herbívoro que llevas dentro.
.