Horno de San Onofre |
Eso sí, estuve paseando por el centro a la hora de la siesta. Una hora que lejos de vaciar Chueca, llenó sus placitas, terrazas y calles peatonales de gente, banderas multicolores, testosterona a tutiplen, tríceps marcados y unos músculos, cuyo nombre he tenido que buscar en internet, los llamados serratos mayores.
Por supuesto hice una parada en el ya clásico escaparate del Horno de San Onofre, y confieso que no me atreví. Los merengues orgullosos eran enormes, así es que me decanté por una tartaleta de chocolate negro que estaba para chuparse los dedos.
El centro de Madrid se convirtió en un maravilloso y enriquecedor escaparate de la diversidad. La homogeneidad del sarao estuvo a cargo de la cartelería que empapelaba el barrio.
El cartel más repetido era el de un macizo a lo marinerito, de musculoso cuerpo aceitado que anunciaba un resort gay en Mikonos (confieso que me dio coraje, yo esperaba la versión Pitiusa). Ese era por así decirlo, el más amable. El resto de la publicidad que se repartía entre los viandantes eran de todo menos sutil. Variaba desde el más puro estilo "comiquero" de los cincuenta (véase el cartel adjunto) a otros como el que anunciaba la "Banana Pool, The main pool party", donde dos efebos embutidos en sus mini-trajes de baño, con unos abdominales más que marcados, sujetaban con su mano izquierda un plátano a medio pelar rebozado en purpurina. Pero eso no es todo, al cuello lucían sendos carteles colgados con las leyendas "Suck it" y "Peel it", en ese momento se me ocurrieron muchos adjetivos menos romántico pero aún no sé porqué.
Y mientras todo esto pasaba por mis manos, solo me venía el título de la novela de Jane Austen, "Pride and prejudice". ¡Yo soy así!.