He vuelto a abrir los ojos en el Santo Reino. Estaba yo contrariada en los últimos días por mi vagabundear prescrito pero fue alzar los ojos, encontrarme con este hallazgo y esbozar una sonrisa. Simplemente me dio por pensar el amor que el fabricante del rótulo o el dueño del bar debían tener por las tildes. Pues nada, ¡¡¡vivan las tildes!!!
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