Vestía una chilaba de algodón color hueso y una
bufanda del mismo color que recordaba a las hechas por nuestras abuelas. Para
protegerse del frío de febrero, gastaba un delgadísimo abrigo con capucha de
lana oscura, casi negra que le cubría hasta los zapatos. Su piel, negra como el
azabache y sus ojos, se dulcificaban cuando respondía cortésmente al ser
interpelado. Su caminar, pausado y elegante desprendía un halo de tranquilidad
y paz que hacía volver la mirada para comprobar que no era un espejismo. No sé
porqué me recodaba a un monje salido de la novela "El nombre de la
rosa". Tan solo crucé con él un "buenos días" en el pasillo de
la biblioteca pero sentí que era el primer "buenos días" que había
escuchado en mi vida.
Este hombre era Ismael Diadié. Un
historiador malí que es el responsable de la Biblioteca Andalusí o Fondo
Kuti de Tombuctú. No lo identifiqué por el
nombre pero fue oir la palabra Tombuctú y de pronto la historia vino a mi.
Había leído algo sobre una persona que había recibido el encargo por parte de
Diadié, de custodiar documentos de una biblioteca y evitar así la más que
probable destrucción de los mismos a manos de los yihadistas, o de los
nacionalistas, o de los islamistas radicales o de los tuaregs integristas que
campan en Malí a su antojo.
Y allí estaba él, ante un auditorio de
estudiantes de derecho. Con una exposición directa, precisa y desprovista de
datos apabullantes expuso la situación que arrastra su país desde 1948 hasta el
día de hoy. El surgimiento de grupos radicales islámicos, la
"yihadización" de los tuaregs, las atrocidades cometidas contra los derechos
humanos y contra el patrimonio que han sufrido sus conciudadanos en el nombre
de la creación del Estado de Azawad. Ese deseo tuareg de crear un estado
independiente en el norte del país bajo la sharia y por supuesto, la
intervención francesa del pasado mes de enero.
Tras el repaso al estado de la cuestión malí y
en su perfecto castellano con un suave acento francés, este caballero
dedicó los últimos minutos de su exposición a narrarnos la historia de su
familia. Una historia que comienza en Toledo, allá por el año 1467,
concretamente un 22 de mayo.
Ese día, Alí Ben Ziyad, su antepasado, era
expulsado de su casa y obligado a dejar atrás mujer, hijos y hacienda en virtud
de su condición de musulmán. Tan solo le permitieron llevarse su biblioteca.
Este fue el comienzo de un largo viaje que le llevaría a recorrer el norte de
África, La Meca y Jerusalén y acabar en una ciudad tan evocadora como Tombuctú.
Durante cinco siglos la rama africana de la familia Kuti (que es una derivación de
Godo) ha protegido los más de 3000 documentos de su patrimonio a fuerza de
dispersar y esconder los mismos. A finales de los 90, Ismael Diadié consiguió reunir la gran
mayoría de ellos, de nuevo. No era consciente que en
pleno siglo XXI debería volver a dispersarlos para ponerlos a salvo.
La importancia de esta biblioteca radica tanto en las joyas bibliográficas que contiene, como el Ta´rîkh el Fettaâsh, como en la parte familiar, ya que en los márgenes de los documentos y ante la falta de papel, los Kuti fueron describiendo su vida durante
estos siglos. Este es el reto al que se enfrenta el Bibliotecario de Tombuctú; mantener a salvo su patrimonio familiar y dado como está su país, salvar la
vida. Para ello, ha hecho el camino inverso que hiciera Alí Ben Ziyad, ha vuelto
a casa.