Me encantan los días de huelga pese a no ser sospechosa de sindicalista (creo que el movimiento sindical mexicano acabó con cualquier asomo de fervor sindicalista que pudiera desarrollar en un futuro) porque de camino al trabajo el tráfico ha estado más fluido de lo normal y las calles más silenciosas.
Tan solo he echado en falta un piquete a la puerta de la oficina. No pido que sea de las hechuras del currante que protagonizaba un famoso anuncio de refresco bajo en calorías, pero si al menos hubiese habido uno al más puro estilo hispano, con su gorrilla blanca y roja de comisiones, le hubiese dado a la jornada un puntito combativo racial bastante interesante.
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