miércoles, 29 de septiembre de 2010

¿Dónde está mi piquete?

Me encantan los días de huelga pese a no ser sospechosa de sindicalista (creo que el movimiento sindical mexicano acabó con cualquier asomo de fervor sindicalista que pudiera desarrollar en un futuro) porque de camino al trabajo el tráfico ha estado más fluido de lo normal y las calles más silenciosas.

Tan solo he echado en falta un piquete a la puerta de la oficina. No pido que sea de las hechuras del currante que protagonizaba un famoso anuncio de refresco bajo en calorías, pero si al menos hubiese habido  uno al más puro estilo hispano, con su gorrilla blanca y roja de comisiones, le hubiese dado a la jornada un puntito combativo racial bastante interesante.
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jueves, 23 de septiembre de 2010

Conocerás al hombre de tu vida

Es la última película de Woody Allen y por cierto, es bien flojita. Pese a todo, Londres aparece hermosa. Pues a lo que íbamos, a mí conocer al hombre de mi vida, así en frío, no es que me sedujera demasiado pero conocer al macizo de mi instituto era otro cantar.

Por azares del destino, mi amiga Lamadrileña le conoció hace años en un evento de trabajo, lejos del terruño que nos vio nacer a los dos bachilleres. No prestamos demasiada atención a esta coincidencia hasta hace unos días, que nos hizo mucha gracia la situación de juntarnos los tres. Tras algunas charlas y risas sobre la imagen que ella tenía y la que yo tenía del efebo, decidimos acabar esta partida del juego de los seis grados de separación a lo Kevin Bacon.

Hay que decir que el inicio de este juego me llevo a vivir a México a mediados de los noventa, para de esta manera conocer a Lamadrileña (lo cual demuestra que fácil, lo que se dice fácil no fue) pero tuve mi cita con la historia, mi highschool revival tras 24 años de espera inconsciente.

El momento irrepetible de coincidir en espacio y tiempo tuvo lugar entre saborear boquerones en vinagre, es lo que tiene no temer al anisakis, emular a la difunta reina madre de Inglaterra en su afición vespertina y disfrutar de los compases de una banda de jazz integrada por unos músicos con pinta de funcionarios jubilados. La idea que todos tenemos de una tarde divertida.

De vuelta a casa, eché el cálculo de los años de espera y exactamente me salieron 24. Alguno más de los que yo pensaba y he de confesar que me dio un ataque de risa porque si me hubiese esperado tan solo tres meses hubiese cumplido las bodas de plata, me cachis.

Para los próximos 25 espero que no falten las anchoas, un sabroso tequila y los conciertos de Brandenburgo, por supuesto cuento con la presencia de un auxiliar de enfermería.
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jueves, 2 de septiembre de 2010

Desinquietador de matrimonios

Esta semana me ha tocado bucear en documentos portugueses del siglo XIX. No me da la soldada para ir a Sharm el Seik (Egipto) a bucear, pero como premio me he encontrado una perla que me ha hecho mucha gracia.

Entre los documentos de la embajada española en Lisboa hay una breve carta que recoge el epíteto que encabeza esta entrada "desinquietador de matrimonios". Esta expresión fue la que un "amante de la nación portuguesa, del honor de la española y de la reputación de su familia y de las demás de esta Ciudad" utilizó allá por el año 1826 en Lisboa, para tildar a un golfo español que se dedicaba a "levantar" las señoras a sus esposos.

La epístola que recoge los datos personales del susodicho es muy breve, está escrita en portugués y es anónima. Todo hace suponer que es fruto de la pluma de algún marido luso que no soportaba más los requiebros amorosos de este Spanish-lover. En defensa de este enamorado de lo ajeno diré que el anónimo delator debería estarle agradecido por satisfacer la inquietud de su cónyuge.

En apenas veinte líneas, se facilita el nombre y graduación militar del delatado, punto este último que se presupone falso. Seguramente se creó un personaje y para darle un toque de mayor aventura a su carrera militar, incluyó su adscripción al ejército que participó en el levantamiento de Cádiz allá por enero de 1820. Para que luego digan que el liberalismo no aporta glamour a las conquistas, aunque sea a las amorosas.

La verdad es que no debió de servir de mucho la denuncia pero a mi me alegró el día casi doscientos años después .