martes, 29 de junio de 2010

El mundial me recuerda al Corpus

pero al de antaño, a ese del que nos hablaban nuestras abuelas. A ese en el que toda la ciudad se tapizaba con banderas en los balcones.
La verdad es que me encanta atravesar la provincia y ver como hay banderas por todos sitios. Es muestra de normalidad, lejos del rollo que se han marcado algunos sobre el tema de los símbolos patrios. Y es tal el fervor que se tiene por esta religión que es el fútbol, que el lupanar de mi pueblo que tiene nombre de playa carioca, tiene un banderón desplegado en la fachada.
Ya digo, un síntoma de normalidad

jueves, 17 de junio de 2010

Curro Jiménez en el tren

Cada día comparto viaje en el tren con cientos de personas, unos que subimos y otros que bajan y hay de todo, como en botica. Ayer fue un día especial, coincidí con un especimen que pensé que estaba en extinción y he de confesar que me sorprendió. Era un joven de unos veintitantos años, sin ningún rasgo distinguible salvo su amor por la letra mayúscula inglesa (de difícil legibilidad) que eligió para tatuarse un nombre propio de caballero en su antebrazo.

En un momento del viaje y aburrido de contemplar el paisaje decidió entretenerse. Normalmente los viajeros leemos, dormimos o hablamos por teléfono pero él decidió dedicarse a la manicura. Ya había tenido que aguantar que un trajeado caballero sacara un cortauñas y se pusiera al recorte pero no, lejos de usar un cortauñas, el joven sacó una navaja y se dedicó a limpiarse las uñas.
De la navaja que decir, que era estilizada, estrechita y larga, con las cachas nacaradas en color rojo, imposible apartar la mirada de ella. En ese momento y ante la maestría que desplegaba en el manejo de la misma, comencé a pensar en el uso no manicurista que el susodicho podría dispensar al instrumento en cuestión y me dieron escalofríos. Solo deseé que se bajara en la siguiente parada pero creo que no era la única, los compañeros de asiento de este Curro Jiménez tenían cara de desearlo más que yo.

lunes, 7 de junio de 2010

Oro parece, platano es

No es que no tuviera nada que contar, es que no he tenido tiempo para contarlo. Pero he aprovechado mi silencio para observar y hete ahí que en estos dos meses mi vida ha cambiado de rutina y ahora paseo por Complutum a diario y al alba, un ejercicio bastante saludable que me agudiza los sentidos y me encanta.
Pues a parte de descubrir que los romanos ya la encontraron tan fascinante como una servidora, me he dado cuenta que al igual que en mi pueblo proliferan unos establecimientos que compran oro, y algunos hasta se han convertido en cadena con ocho establecimientos por las provincias de Madrid, Toledo, Cuenca y Ciudad Real. La verdad es que la cosa debe andar bastante mal cuando afloran estos sucedáneos del Monte de Piedad, si hombre el que salía en la canción de Clavelitos.
Me bombardean con una publicidad en amarillo chillón y me reclaman mis joyas, papeletas del Monte, plata o antiguedades. No sé, tendré que ponerme a rebuscar por casa si tengo algo de lo que solicitan, lo más divertido es que además tienen el servicio de "alquiler de joyas para bodas, comuniones, eventos,..." y "todas las joyas pasan un proceso de higienización" supongo que se han dado cuenta de la falta de cultura en cuanto a alquiler de segunda mano de objetos tan personal que tenemos los españoles.
La verdad es que pertenezco a esa generación que solo asocia el Monte de Piedad al nombre de una entidad bancaria madrileña, pero ahora que me pongo a pensar recuerdo perfectamente donde está en México, a un costado de Catedral y las colas tan grandes que se ven a su puerta a finales de mes.

Yo lo único que puedo hacer y ya he hecho es comprar un décimo de lotería del sorteo del Oro de la Cruz Roja, que como dice el eslogan "no es por el oro", pero también.