sábado, 25 de julio de 2009

Un collar de perlas

En esta parte del mundo estamos en época de lluvias. Habitualmente esto se traduce en diluvios vespertinos. Una se acostumbra y organiza su vida de peatón en relación a este hecho, pero hoy es sábado y Jet lag me ha sacado de la cama. Estoy en la cocina con mi taza de Cola Cao, por supuesto importado por una servidora e Iberia, viendo amanecer y comprobando que la rutina pluvial se ha trastocado, está lloviendo por la mañana.
Hay una luz impropia a estas horas, estamos a 16ºC, la palmera de mi edificio reverdece por momentos, el aire se llena de ese olor a asfalto mojado, el smoke desaparece y las gotas de lluvia se quedan retenidas en los cables de la luz y del teléfono como si formaran un collar de perlas.
Esta joya, el agua, está poniendo en un brete a las autoridades de esta ciudad. Tenemos un promedio de lluvias de 7 meses al año, de las más altas del planeta, pero no se pueden captar porque los aztecas fueron los últimos ingenieros que se dedicaron a este tema. En la actualidad no existen infraestructuras de almacenamiento y tratamiento de aguas. Para simplificarlo, el agua simplemente cae y se va.
México vive sobre un mar de agua, recordáis la canción "Guadalajara en un llano, México en una laguna". De sus aguas subterráneas y cada vez más profundas se extrae cerca del 30% del volumen que se consume. El resto viene de presas que están en zonas alejadas.
Ya han empezado los cortes de aguas en la ciudad y el alcalde ha amenazado con cortar el agua a los que gasten en exceso y no la pagen, ¡qué novedad!
Ahora nos dicen que la culpa es la falta de cultura hídrica de los ciudadanos, que la malgastamos y qué gran verdad es esa, pero se olvidan que por mucho que yo controle mi consumo, mi collar de perlas sigue sin guardarse en un joyero.
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