Perdón por el silencio. Es lo que tiene mudarse. Uno tiene que adaptarse al nuevo ecosistema, y ver como es la vida en la nueva charca. Una vez superado el trámite, que en mi caso suele ser bastante corto, pues a ponerse al tajo. Me he mudado a lo que se llamaba en la Edad Moderna, Santo Reino. Me temo que en aquella época estaba la cosa un poco más animada que en la actualidad. Aunque no desespero, pienso que esto se puede animar. Y si no, pues siempre tendré el consuelo que proporciona una buena botella y un buen libro.
Por lo pronto, esta semana previa al Día de Muertos, me he dado al buñuelo y a la pertinaz pesadez de estómago que me ha atacado en cada bocado. Además, me he zampado algún que otro hueso de santo y he innovado con una nueva especialidad culinaria, que a decir verdad... pues como que no. Estoy hablando de las gachas dulces, con un intenso sabor a anís que me recuerda la botella añeja de Marie Brizard que mi padre guardaba en el mueble bar. Evitaré los adjetivos de dicho bocado por eso de herir sensibilidades en mi nuevo terruño pero como decirlo...las gachas no son lo mío.
Pero el persistente sabor a anisete no me ha desanimado y como todos los años por estas fechas, estoy de un excelente humor. Ya he colocado mi altar de muertos y mañana que es el día clave, colgaré la foto del mismo para que disfrutéis de mi pequeño homenaje. Contra la creencia popular de que es algo macabro, a mi me parece maravilloso celebrar que hemos podido compartir parte de nuestro tiempo con los que se han ido. Es algo así como marcarse un disco tributo a un conjunto de rock pero sin descargarlo del I-tunes y en el salón de tu casa. ¡Me ha quedado "peteño" pero muy cariñoso!
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jueves, 1 de noviembre de 2012
Nueva en el Santo Reino
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