Blackberry se ha caído. Bueno, el sistema de comunicación lleva caído unos días a nivel mundial, en algunos sitios más tiempo que en otros. Este hecho debería significar la manumisión de todos los usuarios del invento y la liberación de la tiranía de la inmediatez en temas profesionales y en relaciones sociales. Sin embargo, está pasando todo lo contrario. Los ejecutivos agresivos y los adolescentes tuinteros están llorando y pidiendo a sus negreros que por favor activen el servicio, que no quieren ser libres porque el mundo se puede parar sin que ellos decidan en qué empresa invertir, qué párrafo cortar, qué camisa debe ponerse su candidato para hablar ante un grupo de campesinos de la selva de El Petén, donde va a ser el botellón o cualquier asunto súper, súper urgente.
Dos días después de la abolición no deseada de la esclavitud, seguramente alguna universidad americana habrá decidido hacer una sesuda investigación sobre la ansiedad que este exabrupto tecnológico ha provocado en los seres humanos o en la economía mundial. Pues se lo deberían ahorrar, deberían invertir en campañas de alfabetización o en paliar el hambre porque la novedad es la siguiente, la ausencia de grilletes tecnológicos no hacen al hombre más libre, lo hacen más vulnerable.
Firmado: Una liberada (pero no sindical)
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miércoles, 12 de octubre de 2011
Blackberry: un final no deseado de la esclavitud
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