Este año me dí cuenta que Burger King se había travestido, como ya lo hiciera el McDonald de Gran Vía el año pasado. Esa iba a ser mi foto, cuando de pronto los ví, estaban ahí, eran preciosos, una colección de merengues gais que no dejaban de chistarme, no pude resistirme y volví mi cabeza.
Era el escaparate del Horno de San Onofre*, una de las pastelerías más hermosas de Madrid. Un paraíso para los golosos y los que no somos tan golosos. Donde no puedes dejar de mirar a todos los lados, de respirar ese maravilloso olor a pan, de desear que sea la Noche de Reyes para comer su delicioso roscón y por supuesto de volver a ser un niño.
Me fui de Chueca antes de que llegara la cabalgata por allí. El calor y la muchedumbre tuvieron la culpa pero descubrir en mi huida este escaparate, me hizo reencontrarme con la sutileza, dulzura y belleza de la que adolecía la jornada hasta ese momento.
*La música de la página web es una maravilla.
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