Estas Navidades de 2021 se ha cumplido uno de los sueños no manifestados de mi Santa: la obtención por parte de su retoña de algún trofeo deportivo.
Se ha hecho esperar casi medio siglo, pero por fin ha podido lucir este preciado reconocimiento encima de la chimenea de su salón. Una copa que me acredita, no como uno de los mosqueteros (ya me gustaría) sino como la Campeona del Torneo de Navidad de una bella población serrana. Lo malo es que con las restricciones de aforo hemos tenido que dejar para julio o agosto el que los interesados desfilaran por casa para contemplar dicha belleza.
Fui "la tapada" de la competición, nadie apostaba por mí y es que, siendo honestos, es imposible ponerle nombre a lo que hice porque remonté desde el quinto puesto (solo éramos cinco, caray) en la ronda de clasificación a hacerme con la hermosa copa que se puede verse en la foto que ilustra la entrada.
En palabras del Maestro, el triunfo no se debió ni a la velocidad ni a mi técnica o carencia de ella (ese es mi caso); fue el resultado de no perder la cabeza y de saber leer a las oponentes. Durante los asaltos me sentí extrañamente en paz y opté inconscientemente por utilizar el mismo movimiento (al parecer una torpeza por mi parte pero efectiva).
En fin, que esto va a ser insuperable por lo que ya me puedo olvidar de los circuitos municipales de la esgrima. De ser así, me retiraría como la campeona invicta de Navidad y… es bastante tentador.
Después de la “ensaladera” de la Copa Davis, mi copa podría ser el trofeo más bonito y más deseado. Ahí lo dejo.
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